viernes, mayo 11, 2007

El llanero

Donato espera la ocasión para que su amigo "El Muchacho" se duerma. Se planta afuera, vigila el ventanal, y cuando su amigo apaga la luz, Donato busca y encuentra piedras pequeñas. Empieza a lanzarlas hacia la ventana cerrada y espera.
Una doncella cruza el parquecito, detrás de la casa de "El M", y Donato le pregunta qué horas son.
No traigo reloj.
Pero parecen como las 9, ¿a poco no?
Seh.
¿Cómo te llamas, amiga?
Idwiganessa.
Y yo Dona...
Ai te ves.

Donato estudia con una mano su otra (mano), y la recolección exitosa. Una doñita que bautizaron como María Sofía, que registraron como Sofía, y a la que le dicen "la vecina", si su casa les roza, grita que ya, chingadamadre, dejes de estar aventando piedras a la ventana.
El grito apaga un sueño y acalora, con su tufo, a la realidad. "El Muchach" se despierta, pues.
Sobresale una cabeza, si se ve hacia el cuarto desde el parquecito.
¿Qué pedo? --dice cuando abre la ventana---.
Soy yo --le contesta--.

En el piso de 4 x 4, "El Much" pone orden: "hay que mover esta mesa, para estar más conchas".
Donato va de un trazo de equivalencias que se traduce como "chido, va", a otra estría paralela que sonó a "zas".
"El Mu" salta de un tema a otro: de su amigo que consiguió una máquina de los cuarentas a la droga que le parece más "crema de la crema".
Donato, al ras de la conversación, vuelve a lanzarse:
"...Está haciendo más calor aquí que allá, ¿a poco no?... (...) O como que está haciendo más frío ahí que acá, ¿a poco no? (...)"
"El Mucha" dosifica su tope: "Ahí hay sábanas, si quieres dormirte".

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