domingo, diciembre 21, 2008

Coestelar

Gilda creía que, "con los años, con la experiencia, con el callo", había logrado saltarse las clasificaciones, reinventar el catálogo suprimiéndolo. Así vivía, entre múltiples actividades ni defectuosas ni vulgares. Ni proporcionadas ni imperfectas: transcurso. Ahí la llevaba: camino de pavimento, medio liso, medio zigzag, medio desnivel, medio muro con el que rozó al principio, se estrelló a la mitad, tropezó a la semifinal.
Of creía que no sabía qué esperar, en qué creer, pero creía. Pasó los años con su primera (segunda) novia: cuatro idiomas, doctorado en bioingeniería, intérprete al piano, no lo quería, ojos azules, no lo quiso nunca, cabello lacio, cuánto la quiere aún. Ahí la llevaba él: ruta de cemento, medio recto, medio inclinado, medio pared con la que chocó al fin, se encontró en medio, topó al principio.
Años y canciones, segundos y corazas, días y la-misma-ciudad-de-siempre, lustros y más relojes más, Gilda y Of se encuentran, por el HTML de la nueva era (Java): el chat primero siempre inútil, con excepciones: ésta.
“¿Qué te gusta?” era una pregunta totalmente sexual. “Leer y caminar”, una respuesta (¿asexual?). “Hay que vernos”, una propuesta formal. Gilda vacilante, Of lo mismo, pasan la tarde dando vueltas por Chapultepec. Rompe el hilo del lienzo la pregunta que ella no quería hacerse: ¿Es que Of no cabe dentro de un parámetro? ¿Cómo es? ("¿A qué dedica el tiempo libreeeee?").
Segunda vez, un enunciado dicho por Of vuelve a rasgar el estambre: eres normal.
-No soy normal, -contesta. Soy diferente. Soy excéntrica.
-¡Por favor, güerita! ¡Claro que eres normal! Eres normal en cuanto a que todos somos distintos.
-No quisiera…

Décadas que se queman en un parpadeo, Of y Gilda han sacado el cobre o revelado lo poco de sus personalidades. No la poca personalidad; lo mínimo de lo máximo de sus personalidades. El casi silencio, casi roto, casi para siempre, casi hasta aquí.
En la televisión pasaban al “perro héroe” y ella hizo una mueca de disgusto. Valió la pena: Of no preguntó: “¿es que no te gustan los perros?” “¿cambio de canal?” “¿te parece triste?”. En cambio, afónicos vieron progresar la mudez: esa opinión bilateral.

Decía que a Gilda le mortificaban los catálogos hechos. El pantone de las personalidades. ¿Hasta cuándo podría lograrse ese color mágico del mundo? Ese marrón-fucsia-índigo-carnita-transparente, la víctima de la clausura de los ojos, una persiana sin rejillas...
Pero se hizo la noche de falsas (verosímiles) confesiones: que si me gustan todas las verduras, que si se te contaminó el agua. Que si mis amigos homosexuales, que si tu ex novia casada. Que si ¿cómo es que tú?, que si ¿por qué?, que si (espero que nos quedemos callados), que si el accidente, el ídolo, mi gato muerto, la mano larga del tío, Brian Adams (no, por favor), el caldo de mariscos, la esclavitud, la adicción, la familia, los viajes. En fin, sin él (el fin), un raudal de falsos informes, una mala comunicación vía “la convivencia”. Tropel de mentiras. Total de verdades.
Casi rota, consigo misma incomunicada (¿qué esperabas?), Gilda vuelve a la muerte una noche que estuvo cerca de él. La pregunta en el aire, que no quería asir, por Dios, que no quería asir…
-No entiendo nada.
Una gota, una gota de agua se deslizó (#$%&) por la mejilla (&%$#):
“¿Cómo es él?”
Dar al traste con todo, maldita interrogante, mejor me escondo, no salgo, “no lo vuelvo a hacer”, no respondo.

EL CONFIN