Me quedabas tú:
sábado diez de febrero en la
esquina de mis sueños.
Grieta versus
hoja al viento.
El pensamiento feroz que inundó la tarde más un trago de Jägermeister:
avenida sincronizada
meant "no estabas ahí".
Vehículo de $4.50 (cuatro cincuenta)
meant "te estoy buscando".
Dos veinte de la tarde
meant "¿dónde encontrarte?"
Elegir multitudes se veía venir:
multitud tipo A: "niños cantores de Viena",
multitud tipo B: "fosa llena".
Siguió la hora de las preguntas-espina:
¿Qué era lanza?
¿Qué, disipación?
Tercer acto: era un día que sucedía a otro el que dio en el clavo, nombrándose "el mantenimiento".
(Que SE SOLICITAN TECNICOS).
Vi, reconocí... el concepto de
ultimez en un mensaje telegráfico.
Recibí, guardé... su recaudo, en un despojo de corazón semidestrozado.
Utilicé, caminé... el tramo que me vendieron como
siguiente, en un día de comida barroca y sol sobre la cara.
No lloré, contemplé... inacabadas bifurcaciones, risas grabadas, desechados nombres, el "gancho al hígado del destino" (molido azar), la retirada que
"yo tenía aquí, en esta mano".
Me aferré, me tendí... sobre el futuro que llegaba Ola que estrellaba Desfiladero.
¿Y que qué me quedaba?
Me quedabas tú, con un hilo.
Me quedabas tú: manifestación.