jueves, abril 01, 2004

HISTORIA DE LO QUE NO FUE

Luego, ella me golpeó y me tumbó sobre un saco de ropa doblada, estaba yo encima de un banco de tres patas y la caída fue desde más alto. Una vez allí, no pensé en regresar el golpe, la cosa es que no pensé nada; ella gritaba y los demás reían, así que contagiosa, la risa, se pasó para mi hociquito mientras trataba de escuchar música nueva, ahi, de fondo. Todo duró menos de cinco minutos. La mujer no parecía enojada, solo parecía llena de una extraña cosa que en su momento ella llamó lucidez. Esa que encanta aún más cuando el propósito es no ser más un espectador. Piensas que las opciones son múltiples, no son capciosas como en aquel examen de:
a)Sí
b)No
c)No sé
es más bien llegar y decidir que la a) o la b) pueden llegar a serse no simultáneas, sino una a una, mediante la consumación de más de un acto que no sea solo imaginado.
Así, una vez que tumbó el banco de tres patas, también apagó la música, también dijo a todos que no rieran, también dijo a todos que rieran más alto, también rió, también me pateó, también me saludó de apretón de mano, también dábase cuenta de que todo aquello encajaba en algo. ¿en qué? Eso sí no sé. ¿Para qué? Para tener poder.

Una vez yo tuve poder, recuerdo que lo tenía en la mano izquierda, como una a), y en la derecha no tenía nada, era entonces la b) o la c), pero la cosa, el contenido neto, fue que no debían hacerse averiguaciones previas para utilizarlo. Yo lo tenía allí esa vez y sirvió para que pudiera subir a un camión y visitarla mientras estaba en cama en el Hospital Civil, tenía unas revistas de crucigramas y justo su vecina acababa de salir, entonces le ofrecí una paleta y ella después curó de su pie y la historia terminó en recuerdo. El poder no era sobre, era debajo de.

Así que mientras ahora recuerdo que no me dolió caer desde el banco de tres patas, que no sentí dolor cuando me pateaba y que me fuí de allí tarareando, el hecho se convierte en debilidad absurda. Me convierto en historia de una página en un día. Luego, el pedo es volver a caminar, volver a tener una erección (ah no, ¿edá?) volver a bañarme y volver a tener un propósito con dolor íntegro e integrado, magno pero suavecito.

Si esa no es la cosa, carnalito, la cosa es que si yo quisiera volver para caminar o para bañarme, lo estaría haciendo en el Zen de hoy. La cosa es esa, carnalito, que necesitaría suprimir cualquier opción de opción, que pueda hablarle de tú al dese y que si me contestara de usted yo caminara para atrás o para adelante o para los lados sin frío de huesos, sin que esa vuelta fuera vuelta.