domingo, agosto 12, 2007

Lilián y la granada

Hay, por el aire, un flujo que se deja oler, campecináceo.
Un texto perdido, pero "en la punta de la lengua".
Cuero negro para todos, salas de espacios tan abiertos... En una esquina admiro el primer cuadro: espejo de dorado marco y su diva preferido, a rayas azul y blancas que en Armenia no significaban un mocho partido político.
En la habitación contigua se teclean dieciséis renglones y se aprecia el segundo cuadro: beige para la plataforma y rosa para los marcadores. Tan cómodo como en su propia esquina inacabada, lejana para los Marco Polos de submundos opiáceos. Ni uno ni otro abarcaban lo que podía considerarse en un tercer cuadro, que se llamaba "mientras". En éste el observador debía conservar-crear nueva ceguera en la que depositarse un momento, mientras.
Cuatro: mi observador innato y mi observador enceguecido por uno de tus close-ups por ti más inapreciados.
Cinco: una Lilián, el polifruto.

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