En el transporte, tanto duermo que la baba asoma.
Pero la cosa es que al número más grande lo vi, lo viví, lo llegué, lo acompañé o lo seguí. No sé bien, pues cuando el camión hizo un ligero movimiento, ¡me desperté!
Curiosamente, cuando salgo hacia la calle, me invade una sensación de total falso alcanzado. Eso podría ser lo más antipoético que estoy diciendo, pues la emoción experimentada fue en general un placer momentáneo. Y eso se oye no más poético tampoco, pero analicemos esto:
El número que se impregnaba en todo era blanco, con gases azulados. Y me dejaba participar en él. (!!!)
Extraño, ¿no?
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