jueves, noviembre 22, 2007

Fragmentos desordenados

no-compendio de la gente que pasa. un pedazo de veintitrés. a david cronenberg, hacedor de películas; y a las calles liceo y reforma, en domingo.

¿Qué con la grieta de sonido? ¿Qué ha pasado conmigo? Cuando camino por las calles, una multitud de nuevos pordioseros deambulan cerca de mí (más, más cerca que antes) y se dirigen, automáticos, a los rincones que, de alguna manera, ¿cómo explicarlo? me parecen familiares, como si la historia de sus materiales más sus habitantes y transeúntes diarios actuaran en una especie de parodia de la normalidad. ¿Tendré razón? Cuando vuelvo la vista hacia uno de los rincones que reconozco como más antiguo, lo aferro con los ojos, pinto un camino imaginario de aquí hacia allí, luego quiero burlar la escena surrealista, la que se confabula a mi pesar, que usa el condescendiente “estás loca” para ocultarse, para mimetizarse en lo estándar. Luego, el silencio.

Y Claudia se asusta al verme llegar. Ignora mis preguntas no pronunciadas, como adivinándolas y desconociéndolas luego. “La historia de mi vida” –pienso--, y después deja de ser así, cuando la diaria promesa física del cansancio se deja venir. Y me seduce aquel silloncito de apariencia maleable.



luego habla de Atlanta, de Mabel Reiser y los asesinatos que la rodean, de pueblos y ciudades en Marruecos, de otros cachos de conversaciones entre unos y otros, de cumbias y advenedizos, de accesos como los visores de las puertas pero con la incomprensión afuera.


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